La bondad que alimenta a la belleza no debe identificarse con unos cuantos buenos sentimientos más o menos ingenuos. Es exigencia misma, exigencia de justicia, de dignidad, de generosidad, de responsabilidad, de elevación hacia la pasión espiritual. Puesto que la vida humana está sembrada de adversidades, corroída por el mal, la generosidad exige compromisos cada vez más profundos; así profundiza también su propia naturaleza y genera virtudes variadas como la simpatía, la empatía, la solidaridad, la compasión, la conmiseración, la misericordia. Todas esas virtudes implican un don de uno mismo, y el don de uno mismo tiene el don de recordarnos, una vez más, que el advenimiento del universo y de la vida es un don inmenso. Ese don que cumple su promesa y que no traiciona es en sí una ética.
Cinco meditaciones sobre la belleza
François Cheng
Trad. Anne-Hélène Suárez Girard
Ed. Siruela
jueves, 9 de julio de 2009
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